Entre las
montañas más recónditas de nuestro país se yergue un edificio abandonado de un
antiguo monasterio. En sus habitaciones, los monjes carmelitas, ya no rezan
desde hace décadas.Un lugar ideal para hacer retiros espirituales y encontrarse
con uno mismo.
En un
solitario y escabroso paraje, se encuentran las enormes ruinas de un
antiguo Convento de Carmelitas Descalzos de finales del siglo XVII que fue
abandonado definitivamente en 1835.
La propia
Orden de los Carmelitas Descalzos fundó otro convento en esa misma época en el
denominado “Desierto de Las Palmas”, en la comarca de la Plana Alta de
Castellón, en una zona montañosa y de rica vegetación que ha sido declarada
recientemente Parque natural. En ambos casos, la denominación de “desierto” está
relacionada con despoblación o desertización humana y no con ausencia de
vegetación pues estas zonas agrestes y solitarias, elegidas como lugares de
retiro y oración por los carmelitas, poseen desde antiguo una gran riqueza y
diversidad natural.
Lamentablemente,
en la década de los 90 del pasado siglo toda este sector sufrió un pavoroso
incendio en el que ardieron cientos de hectáreas del denso pinar que lo cubría.
El aspecto actual de monte raso con predominio de arbustos obedece a ese
reciente incendio. No obstante, está teniendo lugar un proceso de regeneración
natural del antiguo bosque y, posiblemente, en unas décadas toda
esta gran extensión de terreno volverá a alcanzar su aspecto anterior.
La
fundación de este monasterio se remonta a 1680 cuando los religiosos de la
Orden de los Carmelitas Descalzos decidieron instalarse, atraídos por la
belleza y aislamiento de un apartado y singular paraje, en una antigua torre o
casa de campo, llamada Torre Alginés, propiedad de la orden de Calatrava. Tras acordar
el pago anual de cierta cantidad de dinero a la Encomienda de Calatrava, cuya
sede se encontraba en Alcañiz, los carmelitas tomaron posesión del lugar,
previa autorización del Rey Carlos II, en 1682. Las obras del convento,
dedicado a San Elías, se prolongarían hasta 1701. Sin embargo, tan solo cuatro
años después, en 1705, como consecuencia del la Guerra de Sucesión, en la que
Calanda y el propio convento tomaron partido por el archiduque Carlos
de Austria, el lugar fue asaltado e incendiado por un
grupo de unos 200 hombres partidarios de Felipe V de Borbón. Tras comenzar la
restauración del convento, en 1708, las obras y reformas continuarían hasta
finalizar la construcción de su gran iglesia en 1728.
Sin duda es
un edificio único en su género, y muy desconocido por la comunidad urbex. Una
auténtica meca del abandono, de ineludible visita para todos los exploradores
del misterio y de los lugares perdidos en el tiempo.
La fachada posterior del monasterio nos da la bienvenida
La puerta principal y nuestro coche con el que pudimos llegar sin problema gracias a un camino bastante acondicionado.
Diferentes fotos de uno de los pasillos posteriores.
A través de una de las ventanas vemos el paraje que nos rodea, absolutamente desértico.
Un pozo que se hunde en las profundidades de la tierra.
Diferentes ángulos del pasillo posterior del edificio.
El camino rodeado de montañas que nos lleva hasta el monasterio abandonado.
Exploramos los alrededores y apenas encontramos unas viejas ruinas de posibles corrales.
De nuevo regresamos a la puerta principal.
Detalle de la hornacina completamente vacía desde hace décadas.
La puerta nos invita a entrar al interior de la iglesia.
Las arcadas se mantienen unidas a pesar de los años.
Vista desde la puerta de entrada a la iglesia.
Una de las cúpulas se mantiene prácticamente intacta desafiando a la gravedad.
Detalle de los capitales del conjunto arquitectónico.
Diversas vistas de la nave principal de la iglesia.
Paredes que rodean al claustro.
Jardín interior del claustro.
El peligroso pozo en medio del jardín
Posibles celdas de los monjes completamente hundidas.
Desandamos el camino y volvemos al exterior atravesando la nave principal de la iglesia.
Caminamos más allá del monasterio para captar una serie de fotografías desde otros ángulos.
Desde abajo podemos observar la grandiosidad del edificio.
El otoño mostraba sus mejores colores flanqueando el camino.
Una puerta nos invita a entrar a una posible cuadra o corral en los alrededores.
Regresamos por el camino vigilados todo el rato por el monasterio.
Volvemos al interior del edificio principal, visitando diferentes áreas derruidas.
Varias hornacinas muestran el hueco donde antes había figuras de santos.
Algunas de las alas del monasterio muestran una ruina peligrosa, que nos hace extremar las medidas de seguridad.
Escombros que evidencian el expolio continuo que ha sufrido el monasterio.
Vestigios de una chimenea de una de las estancias.
Los restos dan pistas de como fue la vida cotidiana en este lugar.
Excelente y completísimo reportaje fotográfico del convento del Desierto de Calanda. Agradecemos tu interés en dar a conocer uno de los monumentos más destacados de la localidad de Calanda, aunque se encuentre en un estado lamentable. Muchas gracias. Manuel
ResponderEliminarMuchas gracias por tu amable comenario Kalanda Calanda.Es un placer dar a conocer esta maravilloso lugar que tanto nos ha impresionado.
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