Desde hace un tiempo teníamos pendiente lanzar este reportaje. Rescatamos de los archivos de nuestra retina una serie de fotos que hasta el momento no habían salido a la luz. Una manera estupenda de retomar el contacto con nuestros seguidores tras unos meses de ausencia.
Casi por casualidad, en una de nuestras salidas de verano, dimos con un pueblo olvidado en el tiempo. La llegada fue a través de un tortuosa carretera, por la que apenas transita nadie ya. Lo primero que nos llamó la atención es la situación de este emplazamiento, en la cima de una montaña, la cual, aunque no excesivamente elevada, ponía a merced de los elementos a todos esos edificios. No era difícil de adivinar la dureza climática que sufrirían muchos de sus habitantes. Las ruinas que teníamos a nuestro alrededor hablaban por sí solas. Un lugar ignoto sobre el que hemos intentado investigar y nada apenas hemos encontrado. ¿Por qué se sometió a tal olvido a este pueblo? Mientras nos hacíamos estas y otras preguntas, fuimos recorriendo las distintas casas. Aquellas construcciones querían hablarnos, pero el lenguaje del pasado en ocasiones es dificil de entender. Un tiempo muy diferente al nuestro, y aunque tengamos cierta capacidad de visualizarlo, ni por asomo arañaremos la superficie de sus historias.
Cada hueco nos hace contemplar las ruinas desde perspectivas evocadoras.
Desde la carretera se observa una pared enorme que da acceso al interior del pueblo.
Parece un puente, pero probablemente sean los arcos que sostenían uno de los edificios.
En todos los abandonos, los arcos suelen siempre desafiar al tiempo y los elementos.
Otra vista, desde otro ángulo, de los arcos del edificio principal.
Una puerta nos invita a entrar, lo que encontremos al otro lado es la ruina más absoluta.
Las nubes, de un día tan claro como este, dan lugar a fotografías de enorme belleza y soledad.
Un extraño vehículo aparece aparcado en una cuneta. Quizás no estemos tan solos como creíamos.
¿Letrinas o la pica de la cocina?
Este edificio, con grandes ventanales y vigas, debía ser espectacular en los tiempos en los que albergó vida.
Con un poco de imaginación vemos en esta foto la boca abierta de una criatura del pasado.
El acceso a la bodega tenemos que hacerlo con mucha precaución. Esos agujeros se abren a una caída de varios metros de profundidad.
La estructura esquelética del edificio resiste a pesar las décadas o incluso siglos desde su construcción.
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