Septiembre es tiempo de vendimia.
Los campos de vides se llenan de trabajadores con el destacado propósito de
llevar una buena copa de vino a nuestras casas. Las masías se preparan para
recibir la uva, y las bodegas ponen en marcha su maquinaria. Las técnicas se
han modernizado, haciendo que el producto lo podamos adquirir tras pasar un
riguroso proceso de elaboración. Pero en otra época y en otro tiempo no tan
alejado de éste, los vendimiadores se dedicaban a hacer todas sus tareas de
manera manual. Hombres y mujeres que dejaron su piel en esta fértil tierra,
sentando las raíces de un arte que viene desde épocas romanas.
En el reportaje de hoy nos
adentramos en uno de esos caserones que sirvieron de bodega a principios del
siglo XX. Una casa perdida en una entramada red de carreteras locales, con un
pasado bastante turbio y desasosegante para todos los amantes del buen vino. Se
dice que en este enclave vivía un matrimonio con sus dos hijos y un gato, pero
un buen día, sin mediar palabra, todos terminaron desapareciendo.
Nadie reclamó
la casa, ni tampoco se pudieron hallar a sus moradores. Rumores en esta zona
vitivinícola hablaban de gritos en la noche. Un lugareño nos llegó a decir que
su abuelo, cuando era niño, llegó a escuchar a sus mayores hablar de un crimen
en aquella casa. Según aquellos hombres rudos de montaña, el dueño de esta
masía, hoy ruinosa, había acabado con la vida de su familia, ahogándolos en las
tinas de vino, aprovechando el proceso de fermentación del mismo. Aquel testigo
oral, con la voz temblorosa y con los ojos vidriosos al recordar semejantes
sucesos, tenía aun viva la imagen de estos cruentos acontecimientos.
Según él,
amparado por esa fuerza que nos da la juventud, se acercó hasta la finca para
comprobar si todo aquello era verdad. Allí no había nadie, salvo el maullar
débil de un pobre gato encerrado en una de las habitaciones. Nuestro testigo
logró que el pobre animal se zafase de su prisión, e incluso llegó a
alimentarle durante las siguientes semanas. Pasados los años el contenido de
las tinas de vino empezó a bajar. Su aspecto fangoso convertía a aquel lugar en
una zona peligrosa para los más pequeños, por lo que se optó en no volverles a
dejar entrar. Fue entonces cuando otros rumores comenzaron a cercenar el
ambiente, ya que el cierre de la finca, al parecer se debió, a que en su
interior, se encontraron los cuerpos sin vida de una mujer y dos niños.
Aunque
apenas eran reconocibles, ya que solamente quedaban un montón de huesos producto
de la desintegración. Y del gato nada más se supo, pero claro, en ocasiones, a
los expedicionarios de abandonos nos aparecen cadáveres, que dan fe contundente
de habladurías y diretes solo tomadas por validas en los “mentideros” de los
pueblos.
He aquí el protagonista de nuestra historia
Vista general de la momia
Esta estancia debió ser el comedor de la malograda família
Escaleras que suben a la segunda planta
Vista general de la casa del asesino
Entrada
Una caseta de enseres
La cocina en estado ruinoso
En este tipo de viviendas no puede faltar este tipo de sillas de mimbre
Lavadero
2 herraduras de caballo en la pared
La letrina del vinatero
Foso que conduce a una de las tinas donde se supone fueron encontrados los cadáveres.
Iniciales del vinatero, del cual, nada más se supo tras los crímenes.
Lugar donde probablemente cenó la familia en la noche de autos.
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