lunes, 22 de octubre de 2018

Black Mountain Resort


Este verano, elegir el destino de vacaciones fue todo un entuerto. Una vez revisados docenas de mapas y puntos geográficos apareció un entorno natural que nos llamó poderosamente la atención. Black Mountain se nos presentaba a modo de desafío. Su nombre, con un tono realmente mítico y misterioso, nos evocaba a pasar unos días rodeados de la naturaleza más salvaje. Adentrarnos en los puertos que cruzaban la cordillera, nos hacía recorrer con nuestro vehículo un entorno apenas habitado. La carretera se estrechaba cada vez más, y el GPS perdía la conexión a cada vuelta del angosto desfiladero. A pesar de todas las dificultades logramos llegar a nuestro destino, no sin antes ubicar el que sería uno de los urbex más extraños de los que habíamos visitado. 

El llamado Black Mountain Resort había sido el sueño de muchos en aquella zona. Estas instalaciones dinamizaron el empleo, sobre todo entre los más jóvenes, además de atraer a numerosos turistas en busca de nuevas experiencias. Lamentablemente con el paso de los años el interés fue decayendo, hasta convertirse en lo que es hoy, una serie de edificios engullidos por la vegetación, totalmente ocultos a las miradas de los amigos de lo ajeno. 

El GPS nos llevó hasta el inicio del camino. Una cadena de lado a lado y diversos carteles de prohibido nos anunciaban que ya habíamos llegado al punto que buscábamos. Tras ascender unos metros, apareció el primer bloque de este resort. Su forma y el completo abandono tenían un aspecto inquietante. No era de extrañar que nos sintiéramos observados. 


Sus ventanas nos hacían adivinar un interior repleto de habitaciones, espacios para el descanso y múltiples pasillos. Lugares llenos de vida, convertidos en la actualidad en la mayor de las desolaciones. Daba la sensación de que los edificios agonizaban día tras día su muerte. Un grito que en ocasiones se podía escuchar si uno se quedaba en el más absoluto de los silencios. 

Bienvenidos al Black Mountain Resort, la recepción está abierta las 24 horas del día.

                               

Llama la atención el diseño "alpino" de su construcción.
Esta gran estancia nos da la bienvenida.



Objetos y mobiliario desparramado, además del clásico zapato abandonado que aparece siempre.
Los diseños imposibles también predominan en su interior.



Black Mountain y su característica cordillera desde una de las ventanas.





La recepción del hotel en forma de espiral.



El perímetro del resort fue vallado por las autoridades pertinentes.


Muchos de los retretes estaban intactos.
Pequeñas casas, a modo de cabañas, aparecen entre la vegetación.






La piscina es sin duda el espacio más espectacular de este complejo.



La piscina contaba con una cascada artificial que en tiempos debió ser exuberante. 





Extraño objeto, a modo de esfera luminosa, aparece en uno de los laterales del edificio principal.



Las escaleras dan acceso a otra de las áreas de este enorme resort de vacaciones.



Acceder a los pisos superiores fue imposible, el acceso estaba tapiado.


De nuevo regresamos a la zona de la recepción para seguir explorando.


El arquitecto de estos edificios estaba realmente obsesionado con los triángulos.

Una masa petrificada de mantequilla para el desayuno.




Terry pasó por aquí y dejo su impronta en las paredes.

La retina pretérita que todo lo ve y todo lo analiza.




Intentamos acceder por todos los medios a la parte superior, todas las entradas estaban cerradas.



Diferentes imágenes del exterior a medida de que nos íbamos alejando.

Un hangar en medio del bosque cuya función desconocemos.





El bosque circundante oculta por completo el resort, protegiéndolo de los amigos de lo ajeno.

Restos de lo que pudo ser una pista deportiva.




El camino aparece cortado por varios troncos talados.
Regresamos a la carretera de Black Mountain.