lunes, 20 de marzo de 2023

La masia del Buda

                            

En ocasiones, cuando transitamos por algunas carreteras comarcales, aparecen edificios ocultos durante el recorrido. La masía del Buda fue uno de estos hallazgos inesperados. Una vez localizada, y tras asegurarnos de que realmente estaba abandonada, accedimos a ella con bastante facilidad. Esta visita implicaba cierto riesgo, dada la cercanía con la carretera. De hecho, en las horas que estuvimos dentro de ella, escuchábamos el constante paso de los vehículos. 

Sin duda, la casa había estado ocupada hacia poco tiempo. Diferentes vestigios de presencia humana así lo atestiguaban. Y con la tensión siempre presente de que sus inquilinos volvieran a aparecer, procedimos a recorrerla. No sin antes saltar una banda policial que advertía que aquel lugar estaba cerrado al paso de los curiosos. Estas no suelen ser un buen presagio. Quizás un desalojo o quizás algo peor hizo que los que allí habitaban fueran expulsados. Numerosos objetos daban la clave, en especial un curioso altar en el que un buda dorado nos esperaba. Una estatuilla que siempre es señal de buena fortuna, la misma que nos llevó a tener suerte en esta expedición. Nada ni nadie nos perturbó, aunque en su decrépito jardín nos dio siempre la sensación de que algo, vivo o muerto, nos observaba. Una vez que concluimos la vista, cerramos las puertas, y de nuevo sumimos en la más absoluta oscuridad las estancias. 



                               

La masía ocultaba una fachada trasera dominada por unos arcos.


Vista de la finca desde la entrada de la casa.  

Una reja evita el paso de los curiosos.




Una piscina, llena de agua de lluvia, apareció entre la maleza. 


Diferentes detalles de la decrepitud del jardín. 




La fachada de la masía se encuentra todavía en muy buen estado. 






Distintas puertas de acceso a la zona de la vivienda. 


Un edificio adyacente nos da una pista de lo que allí pudo intentar construirse. 







Ya en el interior comienzan a aparecer estancias muy interesantes. 

Una cámara fotográfica desechable.









El edificio adyacente quizás fue un establecimiento en el que realizar bodas u otros eventos. No está claro si algún día llegó a funcionar. 





Regresamos a la masía, donde encontramos lo más interesante de la visita. 




Banda policía que nos hace pensar de que ahí ocurrió algo no demasiado bueno. 


Ya es un clásico encontrarnos con zapatillas y todo tipo de calzado en los abandonos. 



La entrada al edificio principal se tuvo que realizar con mucho cuidado. La puerta casi estuvo a punto de caerse encima de nosotros. 


Estancias  muy amplias, con incluso hornacinas en las paredes para albergar santos y vírgenes. 



La imagen  de esta hornacina con total seguridad fue sustraída. 


Unas escaleras nos invitaban a subir al piso superior.


El sotano, casi inaccesible, estaba repleto de basura y escombros. 


Interesantes botellas de otro tiempo. ¿Cuándo serían abiertas?



La parte posterior revelaba otro jardín, aún más decrepito que el frontal. 




La zona bajo los arcos serviría para refugiarse de los rigores del verano. 







De nuevo regresamos a las estancias superiores.




Televisores dejados a su suerte. Los modelos son de los años 90. 

Detalles decorativos de las paredes.




El Buda nos recibe sonriente y nos da buena suerte para el resto de nuestra expedición. 


Con toda seguridad aquí había una fuente.




               Regresamos a la salida no sin antes encontrarnos con algún que otro frigorífico. 
Nos aseguramos de dejarlo todo bien cerrado, no sin antes despedirnos del Buda dorado.