viernes, 10 de agosto de 2018

Atrapados en el correccional

Muchos son los lugares visitados en este blog, pero pocos marcan tanto como éste. Seguíamos la pista de un correccional abandonado desde hacía tiempo. Algunos hablaban sobre él, pero pocos sabían de su verdadera ubicación, o, probablemente, la ocultaban. 

Estos lugares dan mucho juego, sobre todo por su pasado y función, presentando un aureola de misterio muy superior al resto de los abandonos que hemos tenido la ocasión de recorrer.
La visita tuvo dos intentonas, la primera de ellas frustrada, por la presencia de extraños ruidos que provenían de la zona deportiva. Una voz se hacía cada vez más intensa, y de la misma salían palabras sin sentido. Era como si alguien o algo estuviera orando, o directamente dejándose llevar por su locura. El lenguaje en el que se expresaba parecía de otro mundo, no pertenecía, al menos, a las lenguas más comunes. Por ello tuvimos que abandonar el lugar precipitadamente, sentimos que nuestras vidas podrían correr peligro.

La tarde fue mucho más fructífera, y una vez que comprobamos que la voz había cesado, nos animamos a reanudar la exploración. Lamentablemente no estábamos solos, ya que los adolescentes de la zona utilizaban el lugar para sus correrías juveniles. Dos horas más tarde, recorriendo interminables pasillos y corredores llenos de celdas, ocurrió lo que nunca nos había pasado. Fuimos interceptados por la ley, la cual nos invitó a salir de las instalaciones. Lo que ocurrió tras este suceso nos lo guardamos en los archivos más recónditos de la Retina. Esto una vez más nos demuestra que el ejercicio de la exploración urbana no está exento de riesgos.

Atrás quedó un piso completo por explorar y la codiciada torre desde la cual los funcionaros controlaban a los huéspedes privados de su libertad entre estas paredes.
En ocasiones, algunas noches, cuando vamos a dormir, todavía resuenan en nuestra cabeza aquellas frases ininteligibles esgrimidas por aquel pobre loco que tanto nos asustó por la mañana. No hay que jugar con fuego, pero aquella tarde nos quemamos hasta el fondo.


Una sombra del pasado llora por su libertad entre estos muros de perdición. 
La fachada presenta un estado lamentable por culpa del vandalismo continuado.


El óxido se empieza a adueñar de muchos de los elementos del  lugar.



Una entrada oculta nos da acceso hasta el interior del recinto. 
Nos encontramos las letrinas en uno de los pasillos del acceso principal.
Letreros positivos animaban a los "huespedes" de este edificio.
El edificio presenta una distribución que toma como punto de partida este claustro.
Los inquilinos tenían la oportunidad de entrar en este cuadro de honor.
Desde el patio del claustro comenzamos a escuhar una voz que emitía palabras ininteligibles.



La voz provenía del fondo de este pasillo.
Grandes frases filosóficas adornan las paredes.
Aula y clásica pizarra totalmente pintarrajeada.


El edificio está lleno de patios y muros que nos hacen imaginar como sería la vida en él.



Se podía fumar. Eran otros tiempos.



Volviendo al aula nos animamos a impartir una clase a los fantasmas.
Los gritos se intensifican y debemos huir subiendo por estas escaleras. Alguien parece que nos sigue.
Regresamos a la tarde en un segundo intento, las voces han cesado, pero otras sorpresas nos esperan.
Accedemos a otra área del edificio por su escalera central.
Llegar hasta la torre se presenta como nuestro principal objetivo.


El espacio deportivo es hoy una zona de guerra. De aquí provenían las voces por la mañana.

Descubrimos otro patio entre el laberinto de estancias.



Vista desde arriba del espacio deportivo.




Ya es Navidad en el Corte Inglés.


Al fin encontramos las celdas donde dormían los huéspedes.

Más celdas espartanas aparecen a lo largo de la galería.

Baños completamente destrozados, una constante en la exploración urbana.
La galería nos invita a continuar descubriendo nuevos espacios.
Un guante que parece salido de la serie C.S.I.

Los graffiteros dejan aquí abandonados sus botes de pintura.




El edificio a estas alturas de la exploración es un auténtico laberinto.










Otras escaleras nos llevan a otras áreas y a nuevos pasillos.

Y de nuevo otro patio de diversión para los "huéspedes".


Pobre Charo, lo que tuvo que sufrir.



La escalera central nos dirige directamente a la torre, pero algo intuimos que va a ocurrir.




Las rejas que impiden alcanzar la libertad.




Esta área del edificio estaba destinada a los inquilinos más problemáticos.







Pintadas de algún huésped que entro en la locura de su mente.



El árbol de una vida truncada entre estos muros.




Más y más escaleras de servicio utilizadas por los empleados del lugar.






La sorprendente e inquietante zona infantil del correccional.










La pobre paloma no encontró la salida y hallo la muerte.





El pasillo nos deparaba a la vuelta de la esquina nuestra perdición.



Cuerpos esqueléticos aparecen constantemente a nuestro paso.












Bloques de celdas, al parecer, de aislamiento. 












Tenemos que regresar, hemos sido descubiertos.
Foto realizada "in extremis", a continuación debemos abandonar el lugar.









Los largos pasillos del correccional quedan atrás, nunca más volveremos a entrar.






La última foto de la exploración resulta muy apropiada para despedirnos de este reportaje.

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